lunes, 24 de julio de 2017

¿En qué instante...?

en el infinito en algún no-lugar sin tiempo
dos universos dispares
ignotos a la deriva


breves encuentros casuales
más de un big bang
pequeños contactos causales
promesas de lo eterno

convergencia en línea espiral
una espiral de mil eones
sin aliento sin retorno

dos universos espejo
sin saber van
¿en qué instante devendrá
el primer encuentro?

lunes, 3 de julio de 2017

Astro-serendipia


Para mí, la expedición ya era un éxito: mil diecinueve especies descubiertas –dos con inteligencia similar a la nuestra–, casi una tonelada de muestras minerales y medio millón de holofotos. ¿Qué más se podía pedir? Habían sido superadas todas las expectativas.
 
Sin embargo, aún quedaba un planeta por explorar: una insignificante bola de nieve situada a cuarenta y dos años luz de la Tierra. Yo no entendía por qué le interesaba a la Agencia de Investigaciones Exoplanetarias pues,  como mucho, encontraríamos evidencia fósil de alguna protobacteria. Nada más.

―Ahí no hay nada ―le dije a Kyne, el astrogeólogo de a bordo.

―¿Apostamos? ―contestó él.

Yo solo terminé mi trago...

Poco después, y muy a mi pesar, fui seleccionado para aquel descenso. Kyne también. La sonda tuvo que atravesar una atmósfera de nubes heladas, y aterrizar en suelo inestable. Emplazamos sobre la nieve una torre transmisora, soltamos el robot explorador y nos fuimos de “paseo” en el todoterreno. Casi ni veíamos por culpa de la ventisca.

Cuatro horas después, ningún hallazgo. Yo solo quería volver: todo aquello me parecía una pérdida de tiempo

―Gané la apuesta, Kyne. Si seguimos aquí, lo único que vamos a conseguir será catarro ―dije en broma, pero él no se rió―. Sabes que...

Kyne dio un frenazo repentino. Se quedó mirando al frente.

―¿Qué pasa, Kyne?

Él se limitó a señalarme un punto del suelo. Sobresalía de la nieve algo parecido a una cabeza metálica. ¿Vida artificial…?, pensé, pero deseché la idea al momento. No quería hacerme ilusiones. Y creo que Kyne tampoco, pues no parecía muy excitado.

Una vez afuera, sacamos el instrumental y nos dimos a excavar alrededor de aquel objeto, de aquella "cabeza metálica". En una hora, habíamos desenterrado el cuerpo, rígido. 

¡Por los Dioses de Vilhad, era una estatua!

Esculpidos en el pedestal, unos extraños símbolos aparecían en el siguiente orden, tal y como los transcribo a continuación:

VOLTAIRE
1694 –1778

Todavía no sabemos a qué antigua civilización pertenecen, ni qué significan.

miércoles, 1 de marzo de 2017

La persistencia del olvido (relato)


Después de largo rato sin publicar aquí, he decidido volver del otro mundo con un nuevo relato para que lo disfrutes (también lo puedes ver en este enlace, bajo el nombre de "Thor": http://www.juventudtecnica.cu/contenido/thor.

LA PERSISTENCIA DEL OLVIDO


Si dejase mis dedos vagar ociosos sobre las teclas de una máquina de escribir, podría pasar que surgiese una oración inteligible.
Arthur Eddington

Llega un instante, y es paradójico decir instante, como lo es decir lugar, en que el espacio-tiempo deja de ser indisoluble. Este es el caso de Thor, quien ha vivido tanto que en su cerebro electrónico no queda un bit para otro recuerdo: el limitado espacio de su mente ya no admite semejante cantidad de tiempo. Mira a su alrededor, la apretada cápsula donde apenas cabe. Contempla las pantallas, los controles, las lucecitas que parpadean rápidamente, una, otra, ésta, aquella, verde, roja, amarilla, en los paneles. Por lo menos cambian de forma perceptible para él, no como las estrellas, que a pesar de la gran velocidad de la cápsula, siempre rozando en tangente cualquier órbita imaginable, no se mueven de su lugar, al menos no si se les queda mirando fijo. 

Si cierro los ojos, piensa, y no los abro hasta dentro de una hora, veré un pequeño cambio, esa estrella binaria de allí estará medio grado a mi izquierda y aquella gigante roja se verá unos píxeles más diminuta, es una lástima, porque no me daré cuenta del cambio. Hora, cambio, grado, rojo, pixel. ¿Dónde aprendió estos conceptos? ¿Los aprendió o ya venían en su programación? No lo sabe, no lo puede saber. La información en su cerebro está tan densamente comprimida, que apenas puede distinguir un recuerdo de otro, y todos se agolpan, sólidos, macizos, como si hubieran sido registrados a la vez. 

Su vida entera, que no ha sido muy variada, se había convertido, toda, en una singularidad. Hace ¿cuánto, poco, mucho tiempo? podía recordar exactamente cuál lucecita había estado encendida y cuál no, no importaba el tiempo que hubiera pasado. Si alguien le preguntaba, y no es que hubiese nadie para hacerlo, el habría respondido La verde de allá estuvo una décima de segundo activa, después de haberse encendido hace dos minutos con cuatro segundos.  Sin embargo, ahora lo olvida todo casi al instante, tanto como puede aguantar su averiada memoria de corto plazo. ¿Qué pensó hace un rato? No lo puede recordar. Quizás lo que piensa fue hace un rato, ocurrió hace mucho. El tiempo, cuando no existe memoria, pierde su significado, y sin embargo es el tiempo el que ha colmado su memoria.

La cápsula se dirige hacia una estrella que aún no es visible, ni siquiera para la magnífica vista de Thor. Todos los parámetros de vuelo están ajustados. No tiene que hacer nada, salvo mirar y esperar, y vigilar por si ocurre algo. De todas formas, ya no sabe la razón por la cual está aquí, y a la perfección ejecuta lo que tiene que hacer, pues lo ha repetido quasi-infinita cantidad de veces. Por tanto, cierra los ojos, confiado, no sin antes observar el contador de tiempo, que reza dos mil millones setecientos catorce mil años coma un montón de cifras decimales al efecto irrelevantes. El contador está detenido, o será que le parece detenido porque no puede recordar qué números mostraba unos segundos atrás. No importa, da igual, cierra los ojos. Sueña.

Sin embargo, Thor no es capaz de soñar, al menos no en sentido creativo. Sus sueños han sido reducidos, por la propia sobrecarga de información, a una aglomeración sin sentido de recuerdos y fragmentos de recuerdos y bits al azar, por lo que, como es natural, son completamente incoherentes, casi tanto como el ruido electromagnético proveniente del fondo del Universo. Sin embargo, quizás porque es inevitable que algo ocurra después de mucho tiempo aun cuando su probabilidad sea extremadamente baja, y de la misma forma que a partir del azar puede, eventualmente, surgir orden, esta vez los sueños de Thor son algo más que ruido. Ya sean recuerdos cuyas piezas por fin se hallaron unas a otras o, por el contrario, sea algo nuevo, eso Thor, ni siquiera estando despierto, lo podría saber.

Su sueño es como sigue,

En un lugar donde hay arriba y abajo, y el primero es azul y uniforme, y el segundo es abigarrado y variable, se encuentra un hombre. Sí, Thor recuerda lo que es un hombre. Éste camina por entre grandes torres de cristal, sobre un espacio plano tan uniforme como el arriba, llamado cielo, pero en lugar de azul, es gris. Este espacio plano, por el cual se mueven cosas de metal, ¿es una calle? Es una calle, Thor está seguro, y esas cosas de metal que se mueven sobre la calle, son autos. Calle, cielo, torres de cristal, autos, hombre. El hombre camina sobre la calle que va recta por entre las torres de cristal, mientras a uno y otro lado corren los autos y va la gente. Al hombre Thor lo encuentra, ¿cómo describirlo?, melancólico, cabizbajo, su paso es lento, sus manos van al abrigo de los bolsillos como si quisieran estar ajenas al mundo. Mundo. Las torres de cristal, ¿rascacielos?, se apartan conforme camina el hombre para dar espacio a torres, o mejor, edificios más pequeños, éstos como cubos de piedra, con ventanas pequeñas y puertas de madera, rodeados por calles menos anchas. Con éstas nuevas imágenes han surgido éstas nuevas palabras, acaso serán lo mismo las unas y las otras. El hombre abre una puerta, entra. 

Todo, en el interior, es un poco más oscuro. Sigue habiendo un arriba y un abajo, ahora no calle y cielo sino piso y techo, pero ambos se parecen porque son del mismo material, y la luz proviene de objetos blancos, refulgentes, en el techo. Lámparas, una nueva palabra que recuerda. El hombre se sienta frente a una computadora y contempla, casi sin ganas y con mucha tristeza, una serie de imágenes que se suceden en la pantalla. ¿Por qué mira sino quiere mirar? Estas imágenes muestran algo que, con toda seguridad, ocurrirá dentro de poco. El hombre llora. Thor no sabe lo que es llorar, ¿no sabe o no recuerda?, pero eso no importa, puede comprender que llorar implica que el hombre está triste, y triste implica que perdió algo. O que está a punto de perderlo. Es una lógica que quizás no tiene mucho sentido, pero Thor no es completamente lógico, piensa igual que el hombre aunque haya olvidado la tristeza. 

De pronto la imagen se desvanece, y el hombre aparece en otro lugar, que también se encuentra dentro de un edificio, pero esta vez hay una confusión de piezas electrónicas similares a los componentes del mismo Thor. El hombre las mira con resignación. Se asoma a una ventana y contempla el cielo, que poco a poco se oscurece. Luego va a la mesa, sobre la que se encuentra un conjunto de piezas unidas en una estructura que semeja al hombre mismo, pero sin dudas no igual, y se pone a trabajar sobre ésta porque aún no está terminada. Fuera del laboratorio, esa era la palabra que aun Thor no había encontrado, laboratorio, las nubes se transforman en lluvias, lluvias cada vez más fuertes que parece nunca acabarán, porque duran mucho, demasiado, pero al fin terminan, como todo, y ya no quedan nubes, y las calles, los autos y las personas duermen bajo metros de agua. Estas personas, duda Thor que estén realmente dormidas, le parece algo más profundo pero, antes de descubrirlo, es distraído por el cielo sin nubes que se vuelve cada vez más oscuro, mientras el sol se va haciendo más fuerte. Las aguas se empiezan a evaporar, y todo se transforma por efecto del intenso calor. 

Thor se pregunta dónde está el hombre. ¿Seguirá vivo? Sí, está ahí, en el laboratorio, pero no está vivo. A su lado se halla la estructura en la que había estado trabajando, ya completada. Thor la reconoce. Se reconoce en ella. Esa estructura es Thor, y la consciencia que la opera es, sí, la del hombre. Algo ha hecho el hombre, que ya no es hombre sino Thor, para transferir su consciencia de la carne al silicio. Lo próximo que ocurre es que Thor está frente a una torre de metal. La torre de metal, de punta afilada, mira al cielo negro cubierto de estrellas, donde el sol brilla con tanta fuerza que hasta la atmósfera tuvo que huir. Ya no queda gente sobre la Tierra, Thor lo sabe mientras un ascensor lo lleva a la punta de la torre de metal. Dentro de esa punta está la cápsula. Thor, una vez aquí, maniobra los controles, observa las luces, todo bien y, a continuación, la afilada torre de metal es separada del suelo, de la Tierra, por una columna de fuego y humo blanco. Para siempre.

Thor despierta.

Ya olvidó el sueño que tuvo. Ese sueño nunca existió para él, aunque los bits que lo compusieron podrían, en un futuro muy lejano, volver a unirse. De todas formas, esto a Thor no le importa, no le puede importar porque no lo sabe. Está atrapado en un ahora, en un aquí, que dentro de nada se hará otra vez un ahora y un aquí, y así hasta que el tiempo, que parece infinito, se acabe por fin o ya no tenga más paciencia para Thor, mientras la cápsula continúa volando hacia esa estrella que aún, por la lejanía, sigue invisible a sus ojos.

lunes, 9 de noviembre de 2015

Una verídica (y decepcionante) historia de la Creación [relato]



Después de exactamente ciento cincuenta y cinco días (en realidad, ciento cincuenta y cuatro días más unas horas, pero no seamos tan exactos), he vuelto de aquel universo paralelo en que me hallaba perdido (really?);  ocupaban mi tiempo algunos asuntos literarios y de otras índoles... Pero, como ves, he vuelto, y te traigo un souvenir: este pequeño relato que escribí hace un mes o dos;  el cual me gustaría compartir contigo. Como curiosidad, quiero que sepas será publicado proximamente en una antología provincial, y, por tanto, esta no es la versión arreglada. Ya, no digo más. Que lo disfrutes.


Una verídica (y decepcionante) historia de la Creación

Como Dios no era muy brillante, lo único que se le ocurrió fue crear el Universo a partir de un punto que estallara de pronto y sin motivo alguno. Cualquiera hubiera pensado en algo más interesante, como diseñar su creación estrella por estrella, pintar detalladamente hermosas galaxias y, desde el mismo comienzo, darle vida a una criatura inteligente. Pero no, Dios no era esa clase de persona. Quizás por eso (y por lento) lo habían despedido de su trabajo anterior. De todas formas, a Él le parecía una idea genial. Se dedicó durante eones a contemplar cómo los incandescentes pedacitos del estallido se agrupaban formando nebulosas, estrellas, galaxias y otras cosas raras a las que no prestó mucha atención. Era divertido mirar. Sin dudas, lo era mucho más que pensar.

Claro, pasado un tiempo, incluso Él se aburrió de tanta parsimonia y decidió darle vida a su primera criatura. Lo único que le vino a la mente fue un bichito microscópico que no hacía más que flotar en el agua y copiarse a sí mismo (recuerden, Él no era muy ingenioso). Más adelante, su psicólogo le explicaría que tal conducta era la manifestación de un profundo complejo de inferioridad.

Sobra decir que Dios estaba fascinado con sus insignificantes bacterias. Le encantaba verlas autorreplicarse, poblar el planeta y evolucionar hacia criaturas más complejas (esto último fue un error imprevisto, ya que jamás podría habérsele ocurrido algo así). Antes de que se  diera cuenta, en el planeta había todo tipo de bichos. A veces, para romper con la monotonía, Dios les mandaba un asteroide, hacía estallar un supervolcán o propagaba una pandemia que extinguía a medio planeta.

Más tarde que temprano, se le ocurrió una idea “brillante”: hacer una criatura a su imagen y semejanza. Se disponía a mirarse al espejo cuando, sin previo aviso, hubo un apagón. ¡Hágase la luz!, gritó, pero la luz no se hizo y tuvo que seguir a oscuras. Como es obvio, la criatura quedó con montón de desperfectos. Dios trató de hacerla evolucionar, aunque. Al ver que no podía, la dejó a su propia suerte.

Sin embargo, tal como había ocurrido con la evolución de las bacterias, esta especie manifestó una característica inesperada, la inteligencia. Era tan inteligente que se llamó a sí misma “hombre” (aunque también hubiera “mujeres”) y nombró “Tierra” a su planeta (a pesar de que la tierra no fuera precisamente lo más abundante ahí). Pero bueno, el “hombre” era inteligente y Dios, además de feliz, se sentía muy identificado con él aunque fuera incapaz de comprender la causa.  Se entretenía viendo cómo el hombre creaba cosas, destruía cosas y pasaba mucho tiempo sin hacer nada.

Cuando le iba demasiado bien, Dios se aburría y utilizaba los recursos de siempre para hacer más entretenido el juego. Disfrutaba ver a su creación favorita aterrorizarse frente a los volcanes, tsunamis, tormentas y enfermedades; y más aún escuchar sus rezos y los muchos nombres que le daban.

Un día, como es natural, se hartó del hombre y decidió darle inteligencia a otra criatura, la vaca. El destino de la vaca sería derrocar al hombre. Para ello seleccionó una de origen francés, porque los hombres franceses tenían espíritu revolucionario y, por lógica, sus vacas también debían tenerlo. A pesar de esto, la revolución de las vacas francesas fracasó. Lo mismo ocurrió con las vacas rusas, inglesas, chinas y alemanas. Sin embargo, en un lugar muy alejado, que el hombre había nombrado Cuba, surgió de entre las “masas” bovinas una vaca destinada a triunfar. La Revolución, increíblemente, tuvo éxito y las vacas por fin desplazaron al hombre y lo llevaron a su extinción. Dios estaba contento. La cúspide de su alegría fue cuando, al mirarse al espejo (esta vez con luz), notó por primera vez que había sido a la vaca, y no al hombre, a quien había creado a su imagen y semejanza.

lunes, 11 de mayo de 2015

Escribir una novela: de cazador a granjero.

Escribir una novela es algo complicado. Los relatos cortos y los poemas vienen por inspiración, como el ciervo que pasa bajo la mirada del cazador. Tomas esa inspiración y creas algo nuevo. Es corto, explosivo. Una novela, en cambio, no es el fugaz encuentro con una musa salvaje, sino el resultado de mucho, mucho tiempo de dedicación y constancia. Yo digo que hay dos tipos de escritores, el cazador y el granjero. El cazador acecha en los bosques esperando a que aparezca, tras los árboles, la inspiración anhelada. El granjero, en cambio, aprendió a dominar la inspiración. Tiene un rebaño de musas domesticadas. Las cuida, alimenta, atiende. Puede disponer de ellas cuando le haga falta. No tiene que salir a cazar, no tiene que esperar por una musa salvaje.

Sí, es posible que te preguntes si la musa se puede domesticar. Yo te digo que hay formas de hacerlo. Mira mi artículo http://anelsonochagavia.blogspot.com/2015/04/principios-del-escritor.html. Espero que te sea de utilidad. Son consejos relativamente universales que puedes adaptar a tu personalidad y a tu modo de vida. Eso sí, si quieres triunfar en la escritura, necesitas constancia, entusiasmo, paciencia, auto-disciplina y, sobre todo, mucha confianza en ti mismo/a. Estos son recursos interiores que debe tener cualquier persona para conseguir el éxito en cualquier proyecto, no solo en la escritura.

Volviendo al tema de la novela…

Para escribir una novela, es más que conveniente deshacerse de los hábitos de cazador y evolucionar a la ganadería y a la agricultura. Debes convertirte en granjero. Construir una granja con buenos cimientos y llenar tu rebaño de musas otrora salvajes. Solo así puedes tomar su carne y su leche cuando lo necesites, ¡y lo necesitarás! Escribir una novela requiere de mucha constancia. Trabajar sistemáticamente, preferiblemente varias veces a la semana.

Recomiendo dejar a un lado el Word, que es genial para escribir cualquier tipo de documentos, pero a la hora de administrar un proyecto tan grande como una novela, o más aún, una saga, es una herramienta que se vuelve algo tediosa. Yo, en lo personal, prefiero el Scrivener. Puedes descargar una versión free en http://scrivener.softonic.com/descargar. Versiones posteriores y con mejores características, solo las he encontrado para Mac. Las disponibles para Windows son de pago. Agradecería mucho cualquier colaboración al respecto. Sin embargo, la versión limitada Scrivener Beta 1.9 me ha sido de mucha utilidad. Gracias a ella he podido estructurar las actuales 244 páginas que por el momento tiene mi novela. En el futuro, pienso desarrollar mi propia aplicación para escritura profesional. Debo agradecer a la escritora Nerea Nieto por la recomendación (http://nereanieto.com/diariodeunaescritora/). Como todo artista, disponer de la herramienta adecuada es un plus muy importante en el desarrollo de tu obra. Puedes construir un edificio bloque a bloque, con herramientas rudimentarias, y aun así llegar muy lejos. Así lo hicieron con las pirámides los antiguos egipcios. Pero disponer de grúas y tecnologías avanzadas de construcción, te hará mucho más fácil el trabajo.

Sin embargo, lo más importante es que aprendas a domesticar tu musa. Tú debes controlarla, no ella a ti.

Espero que mis consejos te sean de utilidad. Agradeceré cualquier aportación pues, a fin de cuentas, solo soy un escritor novel y, como decía Emerson, cualquier persona es mejor que uno en un sentido u otro y, por tanto, en ese sentido puedes aprender de ella.

Sin más, me despido. Qué tengas un lindo día y gracias por leerme.

lunes, 4 de mayo de 2015

Al escepticismo

 Después de unos días difíciles, además de varios capítulos de mi novela, escribí algún que otro poema. Te regalo uno de ellos:



Al escepticismo

Máscaras enraizadas al rostro
un indestructible duet
disfrazan la hermosura
de la sensibilidad

Es la apócrifa fuerza
murallas con ladrillos de cera
candidez enmascarada
una ilusión de madurez

El niño ingenuo
harto de parecer tonto
ya no cree en nada
y nada ve
¡eso lo decidió él!

Su indiferencia
esa tumba de titanio
entierra la sensibilidad
ella, que es inmortal

Veo un iceberg
con un corazón de fuego
un escudo, contemplo
sé que hay detrás
un pecho con mil heridas

Duras son las máscaras
las de mármol
las de acero
unas sonríen siempre
otras no tienen expresión

¡Y hay tantas, tantas!
tantas que a nadie conozco
ni conoceré
nunca he visto ni veré
la carne de un rostro.


miércoles, 29 de abril de 2015

Ni cuervo ni razón

Este poema lo escribí para ese medroso corazón que tanto quiero...



Ni cuervo ni razón

Si el corazón del cuervo fuese mío
quizás te dijera nunca más
pero no soy cuervo ni razón
solo un ansioso corazón
enamorado.

En esas gotas de lluvia, sí
te imagino en cada una de ellas
y en estas letras
y en estos versos
y en esta triste melodía
que escucho pensando en ti
solo en ti.

¿Será culpa del piano o del violín
que aquí y ahora te sienta
y el sabor de tus labios recuerde
tus ojos, tus besos?

Mi mayor temor
no poder alcanzar las murallas
de esa fortaleza tuya
porque te quiero
y quiero que me quieras
medroso corazón.

No puedo respirar si no te tengo
y me ahogo y me despierto
porque siempre
siempre
es contigo con quien sueño.

¿Serás hechicera tú
que te cuelas en mi mente
cuando duermo…?

Ansío que la lluvia fuerte
moje nuestros labios
y me haga invisible
y veas dentro de mí
y sepas
cuán real es lo que siento.

Mas si fuera imposible arrancar
tu amor oculto de la tierra
no importa…
será el cuervo y no yo
quien diga nunca más.

Pues tallaré
mis palabras en la roca
así a pesar de las eras
nadie podrá olvidar
cuánto te quiero.

martes, 28 de abril de 2015

Un relato es mucho más que solo palabras

He pensado con frecuencia en qué cosa es un relato. Un relato no es solo un texto puesto que, antes de haber sido escrito, ya existía en la mente del autor. Quizás no tan completo, acaso no igual. Pero el embrión ya estaba ahí en forma de ideas. Luego ese embrión se materializó como texto. Letras que construyen palabras; palabras que hacen frases; frases, oraciones; oraciones, párrafos... Pero no importa si la historia devino al mundo material en forma escrita u oral, porque aún en este último caso, ya cumplió su misión primaria: llegar a los ojos u oídos de otra persona y así trascender más allá de la mente del autor. Sin embargo, el texto de por sí todavía no es un relato. Cada relato se manifiesta como un texto escrito o palabras al aire, pero cada persona lo interpreta de una manera diferente. Cada cual, al leer, construye en su propia mente un relato distinto. Cada lector crea sus propias imágenes a partir de una misma descripción, y ve y siente la narración de una manera particular. Así, podrá haber un solo texto, pero tantas historias como lectores accedan a él. El escritor habrá creado, por tanto, muchos, muchos relatos. Su texto es una batería que almacena infinito potencial creativo. Y en cada relectura, es como si el relato cambiara, mejorara, se hiciera más claro. Por último, si el texto hace reflexionar al lector y preguntarse cosas como ¿qué pasaría si…?, o aún mejor, si el cuento inspirase nuevos relatos, inventos científicos, teorías, formas de pensar y de actuar, ideas políticas o sociales, películas, series, obras de arte… entonces el narrador sería, verdaderamente, el demiurgo de un multiverso infinito.

miércoles, 8 de abril de 2015

Co-sensor (relato)


Este relato está publicado en la antología Hijos de Korad, de la editorial Gente Nueva, firmado con mi nombre artístico, Sideral. Espero que lo disfruten.


—¡Activa el manual! —le grité al dueño del carro, apretándole la sien con la boca de mi revólver. Era un anciano calvo de apariencia enfermiza y me dolía hasta el fondo tener que robarle su automóvil; pero no tenía otra opción.
Puso su dedo sobre el lector de huellas dactilares, en el monitor apareció la interfaz de navegación y desactivó las opciones de «Mando automático» y «Comprobar piloto». Dudé un momento
—Ahora lárgate… —le ordené, agitando el revólver.
Desapareció, a los pocos segundos escuché que gritaba:
—¡Maldito! ¡Me robaron… me robaron el auto!
Minutos después iba por la Autovía Principal a una velocidad muy por encima del límite establecido. Dos patrullas de policía me perseguían y yo sin saber hacia dónde ir.


Las gotas de lluvia que caen en la oscuridad salpican en los charcos del sucio callejón. Me estoy mojando, hace un frío terrible y estos harapos enchumbados en agua lo hacen todo peor. Desearía tener un lugar caliente donde dormir, pero el confort de una habitación es ahora un sueño imposible. Las ratas corren a mi alrededor sin inmutarse por mi presencia, como si yo no existiera. ¡Claro, seguro que me ven como una más! Yo, Thoren Espour, soy una rata gigante. Vivo dentro de un tanque de basura y como desechos. ¿Cuál es la diferencia…? Nada más hay que mirarlas. Han aprendido a vivir en un mundo terriblemente hostil, marginadas, perseguidas. He pensado que no son tan horribles después de todo. Son como los seres humanos: solo tratan de sobrevivir. Pero lo hacen en territorio prohibido, y por eso son odiadas. Es cierto que transmiten enfermedades mortales, ¡pero las ardillas también! Sin embargo, las ardillas son cute y a todo el mundo les gusta. Los rifles también son cute, porque a todos los niños les gusta jugar a Rambo. ¡Qué mierda! Cada creencia humana, cada arquetipo, lo lindo y lo feo, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, la moral, las costumbres; todo, al final, es solo cuestión de conveniencia y utilidad. Si algo nos es útil (o es útil al jefecito), lo rodeamos de un halo de creencias positivas. Pero si algo nos estorba, simplemente intentamos exterminarlo, y con ese propósito, la suciedad… digo, la sociedad… se encarga de sugestionar a cada individuo para que se encargue personalmente de «matar a la rata». Y es que…
Espera… siento algo… ¡Otra vez no! Empiezo a sentir calor, mi sangre fluye con más fuerza, mi corazón late muy fuerte. Un espasmo incontrolable recorre toda mi espalda, es una sensación que me gusta. Es una sensación que reconozco… ¡y me da asco! Pero… es que me gusta mucho. Siento un placer delicioso, ocurre… ¡ocurre en mi vagina! Un goce en mi pecho, es rico… Me gusta cómo me penetra. Lo puedo ver… está oscuro pero lo puedo ver, encima de mí. Cosquilleos en todo mi cuerpo, me erizo, me gusta. ¡Ah! Casi llego, un poco más fuerte… ¡más fuerte! Casi, casi… Un rayo desgarra la oscuridad, mi cuerpo se estremece… ¡Qué ricooooo!
No pude controlar ese último acceso, fue demasiado intenso y provenía de algún lugar cercano. Pero no cercano en el espacio, sino en la Red. Posiblemente de algún nodo próximo en la multiplexión de transmisiones. Fui co-sensor de sensaciones ajenas a mí, sensaciones que tuvieron lugar en otra mente, en otro cuerpo, pulsaciones femeninas de lujuria y placer. Su «dueña» debe ser alguna chica que ahora yace, exhausta y complacida, junto a su novio, o amante o lo que sea. Quizás se encuentre en otro país o del otro lado del mundo. Las distancias y el tiempo desaparecen en el ciberespacio: el universo ilimitado puede reducirse a un punto infinitesimal, y la eternidad a un solo instante…
¡Pero esto no puede seguir así! Tengo que lograr, de alguna forma, proteger mi mente contra los accesos. Es verdad que he aprendido a controlar el torrente descomunal de datos que invaden mi consciencia sin previo aviso, en cualquier momento y en cualquier lugar. Pero siguen llegando, aunque no con tanta frecuencia como al principio… ¡Vaya! Si hubiesen seguido así, podría haber despertado cualquier día de estos siendo otra persona, o la suma estocástica de muchas, o una consciencia nula. Entonces no sabría quién soy ni de dónde vengo; mi alma se disolvería en una colectividad sin rostro, perdería su individualidad, convirtiéndose en una esencia amorfa y múltiple sobre un único cuerpo. También es posible que muriera, que mis neuronas se fundieran como un circuito sobrecargado.
Un rayo iluminó la noche y me sacó de mis reflexiones. Ojalá siempre hubiera un rayo que me rescatara de estos torbellinos de información. Estoy de nuevo en la realidad, solo para notar que una cucaracha está durmiendo, apacible, sobre mi zapato. ¿Cuándo se subió ahí? ¡Claro! ¿Cómo podría haberme dado cuenta? Aunque, si yo fuera una cucaracha, ¡de seguro no me acercaría a un tipo harapiento que estuviera teniendo un orgasmo múltiple! Cuando tengo los accesos, me disocio casi por completo de la realidad. Mi mente es forzada a concentrarse por completo en ellos… Bueno, mejor ni molesto al pobre bicho, que duerma en mi zapato hasta que quiera: después de todo, las ratas son amigas de las cucarachas, ¿verdad?
Ha parado de llover y está amaneciendo. Los roedores se han metido, saben los dioses dónde, ahora estoy completamente solo. Nada más escucho el lejano eco de los automóviles en la avenida, y el gorjeo de los pajaritos en la cornisa del edificio que está frente a mí, por cuya fachada desciende lentamente la luz del Sol, que pronto llegará al suelo y hará brillar los charcos de agua.
Durante la madrugada fui víctima de varios accesos, algunos bastantes desagradables. Anoche fui testigo de toda lo desagradable que puede ser una pelea de ofensas y golpes entre una madre y su hijo (el dueño de la experiencia). Me sentí asqueado después de eso, porque sufrí exactamente los mismos sentimientos y sensaciones que el pobre muchacho, un desdichado de nacimiento, una víctima del mundo real. Los demás accesos fueron lo usual: imágenes, neuro-chats en vivo, registros sensoriales, sense music compartida, recuerdos... ¡Y no puedo expresar lo monstruoso que me sentí tras haber recibido el flujo de sensaciones entre un transexual hermafrodita y su amante, durante una sesión de sexo virtual! Lo peor fue, precisamente, el hecho de que me gustara.
La luz del Sol ya llegó al suelo y se extendió por el asfalto irregular del callejón. Los charcos brillan mucho; me molesta el resplandor. Salgo del tanque de basura y me estiro lo más que puedo. No es nada cómodo estar diez horas dentro de un contenedor pestilente. Menos mal que ya es de día, la oscuridad me hace más vulnerable a los accesos, o con suerte, a los laberintos sin retorno de la depresión. La luz distrae al cerebro, la visión es un proceso costoso que consume mucha energía y mantiene a gran parte de la materia gris en acción. La luz es enemiga de la locura; las tinieblas, su cómplice… Comienzo a caminar: hoy tengo una cita en el Parque Dusb, y no puedo llegar tarde.
Salgo del callejón y emerjo a la Avenida. Hay mucho ruido, los autos y la gente corren por todas partes. Tengo hambre, voy hacia esa máquina de comida rápida que está frente a la tienda de especias. Me acerco y me linkeo al aparato. Una voz muy agradable dice:
—¡Bienvenido a SPAR-Food, Sr. Allen! ¿Qué desea de comer?
En la pantalla queda indicado que aún tengo trescientos cincuenta y dos eries... Es suficiente para comer algunos días más, antes de que el verdadero dueño de la neuro-id se entere de que su cuenta bancaria está siendo diezmada por un ladrón invisible. Ordeno una hamburguesa y una skulldrink. Después de todo, algo de bueno le puedo sacar a mi «maldición». Entre el caótico cúmulo de datos que me invade constantemente, a veces me llegan neurocódigos de identificación.

Ya estoy en el parque, sentado sobre un banco. Le doy un último sorbo a la lata de skulldrink, la sostengo con la mano mientras observo la calavera que tiene dibujada, y la lanzo al cesto de basura. Miro la gente que camina a mi alrededor. Una persona me llama la atención entre la multitud caótica. ¡Y el estómago se me contrae! Siento un frío cruel e insoportable en mi pecho. ¡Dioses! ¡Cómo se parece a ella! No puedo soportarlo. Me levanto y me largo de aquí.

Neurosense from Carol, type: hologram.
[Carol] Thoren, te acabo de enviar las imágenes de la acampada. Abre el puerto de hologramas.
[Me] Ya lo abrí, mi amor, las estoy viendo. No hay ángulo visual en el que no te confunda con un ángel.
[Carol] Tú, adulador como siempre, pero te recuerdo que lo nuestro nunca llegará a nada.
[Me] Ja, un día… ya verás…
Neurosense to Carol, type: hilarity.
[Carol] Siiií, iluso… muy sonriente tú ¡eh! Me dices cosas lindas, pero no eres serio… Aunque, en algunas cosas estás muy bien.
Neurosense from Carol, type: sensorial registry: orgasm.
[Me] ¡Uy! Acabo de recibirlo, ¡qué rico! ¿De cuándo fue?
[Carol] De anoche bobo…
[Me] ¿De cuándo gritaste a toda voz que me amabas mientras lo hacíamos?
[Carol] Sigue soñando, creyente... Espera, tengo un neuromensaje por otro canal.
[Me] Espero…
[Carol] Ya abrí el enlace, es mi hermana. Estoy transmitiéndome con ella y contigo a la vez… ¡Ah!, se me olvidaba decirte: descargué el último disco de Avennin de un neurospace de sense music. Estoy oyendo el primer tema. Siéntelo…
Neurosense from Carol, type: sense music.
Error: Neurosense download failed
[Me] Oye, parece que hubo un error en la transferencia.
[Carol] ¿Sí? Habrá sido culpa de la tormenta solar, dicen en las noticias que afecta las comunicaciones… Te lo vuelvo a enviar.
Neurosense from Carol, type: sense music.
Error: Neurosense download failed
[Me] Linda, ocurrió un error en el envío...
Neurosense from <Unknown>, type: sensorial registry.
[Me] ¡Qué ocurre! ¿De dónde vino eso?
Neurosense from <Unknown>, type: memorie.
[Me] ¿Carol? ¿Carol… estás ahí?
Error: Protocol violation.
Fatal error: All ports are opened, security violated.


Berin se acerca al banco donde estoy, del otro lado del parque. Mira con cautela a su alrededor y luego se sienta junto a mí.
—Entonces —me dice en voz baja—. Dime, ¿cómo ocurrió la cosa…?
Es extraño, no recibo nada de él. ¿Habrá inhabilitado sus puertos de comunicación… o tendrá algún firewall súper potente? Después de todo, es un gran hacker. Yo, sin saber que decir, le pregunto:
—¿Me puedes ayudar?
—Si no me dices… —me responde con cierta impaciencia.
Yo dudo un momento, luego comienzo a hablar:
—Bueno, Berin, lo principal ya lo sabes. Carol está muerta, a mí me culpan de haberla asesinado y por eso me están persiguiendo. ¡Pero soy inocente! ¿Sabes…?
Él me mira, impasible. No sé lo que está pensando, pero si no me creyera no estaría aquí. Continúo:
—Carol desapareció de la Red sin dejar trazas. Fue algo raro ¿sabes? Estábamos transmitiéndonos y de repente me empezaron a llegar neuromensajes de otras personas, y cuando vengo a ver estaba inmerso en una vorágine de información. Al principio no le di mucha importancia, supuse que había algún error en la Red… Pero al día siguiente recibí un neuromensaje de Vice, la mejor amiga de Carol, diciéndome que había muerto, supuestamente asesinada mientras volvía del Instituto. ¡Carol está muerta, Berin, muerta! Quedé destruido… aquello fue un choque devastador para mí. ¡Estuve deprimido casi un mes! Permanecía todo el tiempo tirado en mi cama, llorando a cada rato, comiendo como un puerco, jugando Evelion: Las cinco razas, mi neural-RPG favorito, como todos esos perdedores que venden su alma al ciberespacio para escapar de su asquerosa realidad… y siendo torturado por los accesos, que cada vez eran más y peores…
—Pero —me dice Berin—, ¿no se te ocurrió averiguar qué te estaba pasando?
—No —le digo con una sonrisa triste—. Creo que estaba tan deprimido que no se me ocurrió pensar en eso. ¡No sé, Berin! Solo pensaba en ella... Hasta que un día reaccioné, y decidí investigar cómo murió exactamente. Traté de averiguar por la Red, pero el Departamento de Homicidios no hacía más que denegarme información, así que me dirigí personalmente a la estación de policía. Una vez allí, me dirigí a la IA de Información y le pregunté por el encargado del caso. Me respondió que esperara, que el encargado del caso ya estaba en camino. Me retiré y fui hacia uno de los asientos de la sala de espera. En aquel momento la ocurrencia de accesos era insoportable, y apenas podía suprimir las muecas y los movimientos involuntarios cuando me llegaba, de improviso, algún registro sensorial o alguna voz desconocida…
»Pero en ese momento ocurrió algo sorprendente —bajo la voz aún más, Berin se me acerca—. Estaba mirando a una señora que se tapaba la cara con un pañuelo, supuse que estaba llorando. Me dio lástima, y traté de imaginarme qué le había pasado. Entonces comencé a sentirme muy deprimido, y empezaron a llegarme recuerdos e imágenes donde aparecía siempre un niño. Él jugaba a la pelota, luego montaba bicicleta, luego se comía un dulce… siempre, siempre me miraba con una sonrisa. Y de pronto una imagen horrorosa hizo que me estremeciera: el niño estaba tirado en medio de una calle, en el centro de un estallido de sangre; su cabeza arrancada del cuello, de modo que solo la unían a este unas tiras de carne; su mano, aún cerrada, agarraba un robotcito de juguete. Supe que aquel niño era su nieto.
Observo el rostro de Berin, buscando algún signo de sensibilidad, o repugnancia… o lo que sea, pero su expresión es la misma. Prosigo:
—Entonces me di cuenta que estos accesos provenían de aquella señora. Me pregunté si era casualidad… A lo mejor si pensaba en alguien podía acceder a su mente. Hice el experimento y pensé en Vice, que como te dije es la mejor amiga de Carol. ¡Mi sorpresa fue enorme cuando noté que podía «ver» lo que ella estaba pensando en aquel momento! Así comencé a «jugar», invadiendo la mente de cuanta persona me viniera a la mente. Entonces ocurrió una coincidencia increíble… y por suerte fue así, porque si no hubiese salido de mi casa, ahora estaría… Bueno, te sigo contando: se apareció de pronto frente a mí, un hombre que parecía ser un agente del Buró de Defensa Nacional. Me habló en voz alta en vez de por neuro-chat, cosa que me extrañó mucho, pues comunicarse por voz es algo que ya casi no se utiliza:
—¿Thoren Espour?, me dijo.
—Sí, soy yo —le respondí, también en voz alta.
—Soy Dieher Foben y estoy a cargo del caso de asesinato de Carol Stroumb. Tengo entendido que era usted un muy buen amigo suyo.
—Sí… —respondí.
—Me gustaría que me acompañara hasta la Sede del Buró… Es posible que usted tenga la respuesta a algunas cuestiones, ya que era tan allegado a la víctima.
Allí estaba pasando algo raro, porque la policía me había interrogado vía neuro-chat, el mismo día del asesinato. Decidí utilizar mi nueva «habilidad» para acceder a su mente y… ¡De lo que me enteré, Berin! Como suponía, aquel hombre NO era el encargado del caso. En realidad, era parte de un equipo de informáticos y agentes del Buró, que intentaban, en conjunto con la policía, localizar y encarcelar a un hacker que había estado causando estragos en la Red y era el responsable de la muerte de… Carol Stroumb. ¿Y sabes quién era? Bueno, ya lo sabes… Pero eso es mentira, ¡yo no pude haberla matado!
Berin interrumpe mi narración:
—¿Y sabes cómo se enteraron de que podías interceptar transmisiones en la Red?
—Supongo que me localizaron justo en el instante en que descubrí que podía acceder a la mente de quien quisiera… —le respondo, sin mucha seguridad—: Seguramente estaban escaneando la Red en ese momento.
—¿Y por qué crees que querrían inculparte?
—¡No lo sé, Berin, no lo sé! A lo mejor sí la maté después de todo… tal vez hago cosas de las que ni yo mismo tengo consciencia, cosas sobre las que no tengo ningún control.
—Bueno, sigue contándome, ya veremos eso después —me responde con tono tranquilizador.
—Salí del edificio junto al agente Dieher y comenzamos a bajar por la escalinata. Te imaginarás lo nervioso que estaba ¿eh? —Berin asiente con expresión comprensiva— Yo, desde que me enteré que estaba siendo acusado por un crimen que no cometí… ¡por los dioses, matar yo a Carol, la amaba…! Bueno, sigo: desde que me enteré de eso, comprendí que el Gobierno me estaba inculpando. Estaba aterrado…
—Entonces hiciste lo único que podías hacer —dice Berin, completando la idea.
—¡Ah, Berin, eres un genio! Me comprendes… El pánico se apoderó de mí, y actué impulsivamente (aunque a estas alturas sé que hice lo correcto, porque de lo contrario estaría muerto). Le arrebaté el arma al agente con un movimiento de película de acción, y le di un culatazo en la nuca que no lo dejó inconsciente, pero sí fuera de combate. Me mandé a correr, pistola en mano. Escalinata abajo, en la acera, había dos agentes frente a un auto negro. Sacaron sus armas y me gritaron que soltara la que llevaba en mano. ¡Qué rayos! El terror podía más que todo. Les disparé cuatro o cinco veces sin darle a ninguno. Se pusieron a cubierta detrás de su auto y yo seguí corriendo a toda velocidad.
»Salté a la calle, me paré en medio del tráfico. Un auto se detuvo frente a mí, le apunté al conductor, un pobre viejito, y le dije que desactivara el piloto automático y el sistema antirrobo. Arranqué y huí a toda velocidad. Después hubo una persecución automovilística y un accidente con un camión de combustible que hizo papa a mis perseguidores, provocó un caos total en la autopista y permitió que pudiera escapar hacia aquí, la ciudad de Strovie.
Berin me ha escuchado con paciencia, ¿qué me dirá ahora?
—Supongo que ellos creen que eres MUY peligroso… ¡Pero son demasiado drásticos! Burócratas al fin… todo lo resuelven formateando el sistema.
Yo no puedo evitar reírme, a pesar de que mi estado de ánimo por el piso. Él continúa:
—Supongo que puedo programar un firewall para ti, como el que estoy utilizando…
Entonces se me escapa:
—¡Ah, por eso es que no puedo acced…! —me callo de pronto, pero él solo sonríe.
—¿Crees que iba a venir a verte sin un escudo vikingo? ¡Rayos, si me has contactado estando yo oculto en la Red! Imaginé que podías acceder al implante neuroemisor de cualquier persona que quisieras. Pero… —se me acerca aún más y me dice—: Esa habilidad… Digamos que puedes sacarle buen provecho.
—Lo he pensado —le respondo sin ninguna sorpresa. ¡Este tipo! Es obvio que no puedo esperar una ayuda desinteresada de su parte. Añado, sin remedio—: Dime qué es lo que necesitas…
Él, adivinando el trato implícito, me dice:
—Los códigos de acceso a la cuenta bancaria de Bjar Stonn…
—¿El actor de porno…?
—Sí, ese mismo… ¿Trato hecho?
—Solo hay trato si me aseguras que tu firewall va a funcionar… no quiero ni UN acceso —le aclaro.
—¡Qué pasa! ¿No confías en el talento de Berin Swark?