lunes, 24 de julio de 2017

¿En qué instante...?

en el infinito en algún no-lugar sin tiempo
dos universos dispares
ignotos a la deriva


breves encuentros casuales
más de un big bang
pequeños contactos causales
promesas de lo eterno

convergencia en línea espiral
una espiral de mil eones
sin aliento sin retorno

dos universos espejo
sin saber van
¿en qué instante devendrá
el primer encuentro?

lunes, 3 de julio de 2017

Astro-serendipia


Para mí, la expedición ya era un éxito: mil diecinueve especies descubiertas –dos con inteligencia similar a la nuestra–, casi una tonelada de muestras minerales y medio millón de holofotos. ¿Qué más se podía pedir? Habían sido superadas todas las expectativas.
 
Sin embargo, aún quedaba un planeta por explorar: una insignificante bola de nieve situada a cuarenta y dos años luz de la Tierra. Yo no entendía por qué le interesaba a la Agencia de Investigaciones Exoplanetarias pues,  como mucho, encontraríamos evidencia fósil de alguna protobacteria. Nada más.

―Ahí no hay nada ―le dije a Kyne, el astrogeólogo de a bordo.

―¿Apostamos? ―contestó él.

Yo solo terminé mi trago...

Poco después, y muy a mi pesar, fui seleccionado para aquel descenso. Kyne también. La sonda tuvo que atravesar una atmósfera de nubes heladas, y aterrizar en suelo inestable. Emplazamos sobre la nieve una torre transmisora, soltamos el robot explorador y nos fuimos de “paseo” en el todoterreno. Casi ni veíamos por culpa de la ventisca.

Cuatro horas después, ningún hallazgo. Yo solo quería volver: todo aquello me parecía una pérdida de tiempo

―Gané la apuesta, Kyne. Si seguimos aquí, lo único que vamos a conseguir será catarro ―dije en broma, pero él no se rió―. Sabes que...

Kyne dio un frenazo repentino. Se quedó mirando al frente.

―¿Qué pasa, Kyne?

Él se limitó a señalarme un punto del suelo. Sobresalía de la nieve algo parecido a una cabeza metálica. ¿Vida artificial…?, pensé, pero deseché la idea al momento. No quería hacerme ilusiones. Y creo que Kyne tampoco, pues no parecía muy excitado.

Una vez afuera, sacamos el instrumental y nos dimos a excavar alrededor de aquel objeto, de aquella "cabeza metálica". En una hora, habíamos desenterrado el cuerpo, rígido. 

¡Por los Dioses de Vilhad, era una estatua!

Esculpidos en el pedestal, unos extraños símbolos aparecían en el siguiente orden, tal y como los transcribo a continuación:

VOLTAIRE
1694 –1778

Todavía no sabemos a qué antigua civilización pertenecen, ni qué significan.