miércoles, 8 de abril de 2015

Co-sensor (relato)


Este relato está publicado en la antología Hijos de Korad, de la editorial Gente Nueva, firmado con mi nombre artístico, Sideral. Espero que lo disfruten.


—¡Activa el manual! —le grité al dueño del carro, apretándole la sien con la boca de mi revólver. Era un anciano calvo de apariencia enfermiza y me dolía hasta el fondo tener que robarle su automóvil; pero no tenía otra opción.
Puso su dedo sobre el lector de huellas dactilares, en el monitor apareció la interfaz de navegación y desactivó las opciones de «Mando automático» y «Comprobar piloto». Dudé un momento
—Ahora lárgate… —le ordené, agitando el revólver.
Desapareció, a los pocos segundos escuché que gritaba:
—¡Maldito! ¡Me robaron… me robaron el auto!
Minutos después iba por la Autovía Principal a una velocidad muy por encima del límite establecido. Dos patrullas de policía me perseguían y yo sin saber hacia dónde ir.


Las gotas de lluvia que caen en la oscuridad salpican en los charcos del sucio callejón. Me estoy mojando, hace un frío terrible y estos harapos enchumbados en agua lo hacen todo peor. Desearía tener un lugar caliente donde dormir, pero el confort de una habitación es ahora un sueño imposible. Las ratas corren a mi alrededor sin inmutarse por mi presencia, como si yo no existiera. ¡Claro, seguro que me ven como una más! Yo, Thoren Espour, soy una rata gigante. Vivo dentro de un tanque de basura y como desechos. ¿Cuál es la diferencia…? Nada más hay que mirarlas. Han aprendido a vivir en un mundo terriblemente hostil, marginadas, perseguidas. He pensado que no son tan horribles después de todo. Son como los seres humanos: solo tratan de sobrevivir. Pero lo hacen en territorio prohibido, y por eso son odiadas. Es cierto que transmiten enfermedades mortales, ¡pero las ardillas también! Sin embargo, las ardillas son cute y a todo el mundo les gusta. Los rifles también son cute, porque a todos los niños les gusta jugar a Rambo. ¡Qué mierda! Cada creencia humana, cada arquetipo, lo lindo y lo feo, lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, la moral, las costumbres; todo, al final, es solo cuestión de conveniencia y utilidad. Si algo nos es útil (o es útil al jefecito), lo rodeamos de un halo de creencias positivas. Pero si algo nos estorba, simplemente intentamos exterminarlo, y con ese propósito, la suciedad… digo, la sociedad… se encarga de sugestionar a cada individuo para que se encargue personalmente de «matar a la rata». Y es que…
Espera… siento algo… ¡Otra vez no! Empiezo a sentir calor, mi sangre fluye con más fuerza, mi corazón late muy fuerte. Un espasmo incontrolable recorre toda mi espalda, es una sensación que me gusta. Es una sensación que reconozco… ¡y me da asco! Pero… es que me gusta mucho. Siento un placer delicioso, ocurre… ¡ocurre en mi vagina! Un goce en mi pecho, es rico… Me gusta cómo me penetra. Lo puedo ver… está oscuro pero lo puedo ver, encima de mí. Cosquilleos en todo mi cuerpo, me erizo, me gusta. ¡Ah! Casi llego, un poco más fuerte… ¡más fuerte! Casi, casi… Un rayo desgarra la oscuridad, mi cuerpo se estremece… ¡Qué ricooooo!
No pude controlar ese último acceso, fue demasiado intenso y provenía de algún lugar cercano. Pero no cercano en el espacio, sino en la Red. Posiblemente de algún nodo próximo en la multiplexión de transmisiones. Fui co-sensor de sensaciones ajenas a mí, sensaciones que tuvieron lugar en otra mente, en otro cuerpo, pulsaciones femeninas de lujuria y placer. Su «dueña» debe ser alguna chica que ahora yace, exhausta y complacida, junto a su novio, o amante o lo que sea. Quizás se encuentre en otro país o del otro lado del mundo. Las distancias y el tiempo desaparecen en el ciberespacio: el universo ilimitado puede reducirse a un punto infinitesimal, y la eternidad a un solo instante…
¡Pero esto no puede seguir así! Tengo que lograr, de alguna forma, proteger mi mente contra los accesos. Es verdad que he aprendido a controlar el torrente descomunal de datos que invaden mi consciencia sin previo aviso, en cualquier momento y en cualquier lugar. Pero siguen llegando, aunque no con tanta frecuencia como al principio… ¡Vaya! Si hubiesen seguido así, podría haber despertado cualquier día de estos siendo otra persona, o la suma estocástica de muchas, o una consciencia nula. Entonces no sabría quién soy ni de dónde vengo; mi alma se disolvería en una colectividad sin rostro, perdería su individualidad, convirtiéndose en una esencia amorfa y múltiple sobre un único cuerpo. También es posible que muriera, que mis neuronas se fundieran como un circuito sobrecargado.
Un rayo iluminó la noche y me sacó de mis reflexiones. Ojalá siempre hubiera un rayo que me rescatara de estos torbellinos de información. Estoy de nuevo en la realidad, solo para notar que una cucaracha está durmiendo, apacible, sobre mi zapato. ¿Cuándo se subió ahí? ¡Claro! ¿Cómo podría haberme dado cuenta? Aunque, si yo fuera una cucaracha, ¡de seguro no me acercaría a un tipo harapiento que estuviera teniendo un orgasmo múltiple! Cuando tengo los accesos, me disocio casi por completo de la realidad. Mi mente es forzada a concentrarse por completo en ellos… Bueno, mejor ni molesto al pobre bicho, que duerma en mi zapato hasta que quiera: después de todo, las ratas son amigas de las cucarachas, ¿verdad?
Ha parado de llover y está amaneciendo. Los roedores se han metido, saben los dioses dónde, ahora estoy completamente solo. Nada más escucho el lejano eco de los automóviles en la avenida, y el gorjeo de los pajaritos en la cornisa del edificio que está frente a mí, por cuya fachada desciende lentamente la luz del Sol, que pronto llegará al suelo y hará brillar los charcos de agua.
Durante la madrugada fui víctima de varios accesos, algunos bastantes desagradables. Anoche fui testigo de toda lo desagradable que puede ser una pelea de ofensas y golpes entre una madre y su hijo (el dueño de la experiencia). Me sentí asqueado después de eso, porque sufrí exactamente los mismos sentimientos y sensaciones que el pobre muchacho, un desdichado de nacimiento, una víctima del mundo real. Los demás accesos fueron lo usual: imágenes, neuro-chats en vivo, registros sensoriales, sense music compartida, recuerdos... ¡Y no puedo expresar lo monstruoso que me sentí tras haber recibido el flujo de sensaciones entre un transexual hermafrodita y su amante, durante una sesión de sexo virtual! Lo peor fue, precisamente, el hecho de que me gustara.
La luz del Sol ya llegó al suelo y se extendió por el asfalto irregular del callejón. Los charcos brillan mucho; me molesta el resplandor. Salgo del tanque de basura y me estiro lo más que puedo. No es nada cómodo estar diez horas dentro de un contenedor pestilente. Menos mal que ya es de día, la oscuridad me hace más vulnerable a los accesos, o con suerte, a los laberintos sin retorno de la depresión. La luz distrae al cerebro, la visión es un proceso costoso que consume mucha energía y mantiene a gran parte de la materia gris en acción. La luz es enemiga de la locura; las tinieblas, su cómplice… Comienzo a caminar: hoy tengo una cita en el Parque Dusb, y no puedo llegar tarde.
Salgo del callejón y emerjo a la Avenida. Hay mucho ruido, los autos y la gente corren por todas partes. Tengo hambre, voy hacia esa máquina de comida rápida que está frente a la tienda de especias. Me acerco y me linkeo al aparato. Una voz muy agradable dice:
—¡Bienvenido a SPAR-Food, Sr. Allen! ¿Qué desea de comer?
En la pantalla queda indicado que aún tengo trescientos cincuenta y dos eries... Es suficiente para comer algunos días más, antes de que el verdadero dueño de la neuro-id se entere de que su cuenta bancaria está siendo diezmada por un ladrón invisible. Ordeno una hamburguesa y una skulldrink. Después de todo, algo de bueno le puedo sacar a mi «maldición». Entre el caótico cúmulo de datos que me invade constantemente, a veces me llegan neurocódigos de identificación.

Ya estoy en el parque, sentado sobre un banco. Le doy un último sorbo a la lata de skulldrink, la sostengo con la mano mientras observo la calavera que tiene dibujada, y la lanzo al cesto de basura. Miro la gente que camina a mi alrededor. Una persona me llama la atención entre la multitud caótica. ¡Y el estómago se me contrae! Siento un frío cruel e insoportable en mi pecho. ¡Dioses! ¡Cómo se parece a ella! No puedo soportarlo. Me levanto y me largo de aquí.

Neurosense from Carol, type: hologram.
[Carol] Thoren, te acabo de enviar las imágenes de la acampada. Abre el puerto de hologramas.
[Me] Ya lo abrí, mi amor, las estoy viendo. No hay ángulo visual en el que no te confunda con un ángel.
[Carol] Tú, adulador como siempre, pero te recuerdo que lo nuestro nunca llegará a nada.
[Me] Ja, un día… ya verás…
Neurosense to Carol, type: hilarity.
[Carol] Siiií, iluso… muy sonriente tú ¡eh! Me dices cosas lindas, pero no eres serio… Aunque, en algunas cosas estás muy bien.
Neurosense from Carol, type: sensorial registry: orgasm.
[Me] ¡Uy! Acabo de recibirlo, ¡qué rico! ¿De cuándo fue?
[Carol] De anoche bobo…
[Me] ¿De cuándo gritaste a toda voz que me amabas mientras lo hacíamos?
[Carol] Sigue soñando, creyente... Espera, tengo un neuromensaje por otro canal.
[Me] Espero…
[Carol] Ya abrí el enlace, es mi hermana. Estoy transmitiéndome con ella y contigo a la vez… ¡Ah!, se me olvidaba decirte: descargué el último disco de Avennin de un neurospace de sense music. Estoy oyendo el primer tema. Siéntelo…
Neurosense from Carol, type: sense music.
Error: Neurosense download failed
[Me] Oye, parece que hubo un error en la transferencia.
[Carol] ¿Sí? Habrá sido culpa de la tormenta solar, dicen en las noticias que afecta las comunicaciones… Te lo vuelvo a enviar.
Neurosense from Carol, type: sense music.
Error: Neurosense download failed
[Me] Linda, ocurrió un error en el envío...
Neurosense from <Unknown>, type: sensorial registry.
[Me] ¡Qué ocurre! ¿De dónde vino eso?
Neurosense from <Unknown>, type: memorie.
[Me] ¿Carol? ¿Carol… estás ahí?
Error: Protocol violation.
Fatal error: All ports are opened, security violated.


Berin se acerca al banco donde estoy, del otro lado del parque. Mira con cautela a su alrededor y luego se sienta junto a mí.
—Entonces —me dice en voz baja—. Dime, ¿cómo ocurrió la cosa…?
Es extraño, no recibo nada de él. ¿Habrá inhabilitado sus puertos de comunicación… o tendrá algún firewall súper potente? Después de todo, es un gran hacker. Yo, sin saber que decir, le pregunto:
—¿Me puedes ayudar?
—Si no me dices… —me responde con cierta impaciencia.
Yo dudo un momento, luego comienzo a hablar:
—Bueno, Berin, lo principal ya lo sabes. Carol está muerta, a mí me culpan de haberla asesinado y por eso me están persiguiendo. ¡Pero soy inocente! ¿Sabes…?
Él me mira, impasible. No sé lo que está pensando, pero si no me creyera no estaría aquí. Continúo:
—Carol desapareció de la Red sin dejar trazas. Fue algo raro ¿sabes? Estábamos transmitiéndonos y de repente me empezaron a llegar neuromensajes de otras personas, y cuando vengo a ver estaba inmerso en una vorágine de información. Al principio no le di mucha importancia, supuse que había algún error en la Red… Pero al día siguiente recibí un neuromensaje de Vice, la mejor amiga de Carol, diciéndome que había muerto, supuestamente asesinada mientras volvía del Instituto. ¡Carol está muerta, Berin, muerta! Quedé destruido… aquello fue un choque devastador para mí. ¡Estuve deprimido casi un mes! Permanecía todo el tiempo tirado en mi cama, llorando a cada rato, comiendo como un puerco, jugando Evelion: Las cinco razas, mi neural-RPG favorito, como todos esos perdedores que venden su alma al ciberespacio para escapar de su asquerosa realidad… y siendo torturado por los accesos, que cada vez eran más y peores…
—Pero —me dice Berin—, ¿no se te ocurrió averiguar qué te estaba pasando?
—No —le digo con una sonrisa triste—. Creo que estaba tan deprimido que no se me ocurrió pensar en eso. ¡No sé, Berin! Solo pensaba en ella... Hasta que un día reaccioné, y decidí investigar cómo murió exactamente. Traté de averiguar por la Red, pero el Departamento de Homicidios no hacía más que denegarme información, así que me dirigí personalmente a la estación de policía. Una vez allí, me dirigí a la IA de Información y le pregunté por el encargado del caso. Me respondió que esperara, que el encargado del caso ya estaba en camino. Me retiré y fui hacia uno de los asientos de la sala de espera. En aquel momento la ocurrencia de accesos era insoportable, y apenas podía suprimir las muecas y los movimientos involuntarios cuando me llegaba, de improviso, algún registro sensorial o alguna voz desconocida…
»Pero en ese momento ocurrió algo sorprendente —bajo la voz aún más, Berin se me acerca—. Estaba mirando a una señora que se tapaba la cara con un pañuelo, supuse que estaba llorando. Me dio lástima, y traté de imaginarme qué le había pasado. Entonces comencé a sentirme muy deprimido, y empezaron a llegarme recuerdos e imágenes donde aparecía siempre un niño. Él jugaba a la pelota, luego montaba bicicleta, luego se comía un dulce… siempre, siempre me miraba con una sonrisa. Y de pronto una imagen horrorosa hizo que me estremeciera: el niño estaba tirado en medio de una calle, en el centro de un estallido de sangre; su cabeza arrancada del cuello, de modo que solo la unían a este unas tiras de carne; su mano, aún cerrada, agarraba un robotcito de juguete. Supe que aquel niño era su nieto.
Observo el rostro de Berin, buscando algún signo de sensibilidad, o repugnancia… o lo que sea, pero su expresión es la misma. Prosigo:
—Entonces me di cuenta que estos accesos provenían de aquella señora. Me pregunté si era casualidad… A lo mejor si pensaba en alguien podía acceder a su mente. Hice el experimento y pensé en Vice, que como te dije es la mejor amiga de Carol. ¡Mi sorpresa fue enorme cuando noté que podía «ver» lo que ella estaba pensando en aquel momento! Así comencé a «jugar», invadiendo la mente de cuanta persona me viniera a la mente. Entonces ocurrió una coincidencia increíble… y por suerte fue así, porque si no hubiese salido de mi casa, ahora estaría… Bueno, te sigo contando: se apareció de pronto frente a mí, un hombre que parecía ser un agente del Buró de Defensa Nacional. Me habló en voz alta en vez de por neuro-chat, cosa que me extrañó mucho, pues comunicarse por voz es algo que ya casi no se utiliza:
—¿Thoren Espour?, me dijo.
—Sí, soy yo —le respondí, también en voz alta.
—Soy Dieher Foben y estoy a cargo del caso de asesinato de Carol Stroumb. Tengo entendido que era usted un muy buen amigo suyo.
—Sí… —respondí.
—Me gustaría que me acompañara hasta la Sede del Buró… Es posible que usted tenga la respuesta a algunas cuestiones, ya que era tan allegado a la víctima.
Allí estaba pasando algo raro, porque la policía me había interrogado vía neuro-chat, el mismo día del asesinato. Decidí utilizar mi nueva «habilidad» para acceder a su mente y… ¡De lo que me enteré, Berin! Como suponía, aquel hombre NO era el encargado del caso. En realidad, era parte de un equipo de informáticos y agentes del Buró, que intentaban, en conjunto con la policía, localizar y encarcelar a un hacker que había estado causando estragos en la Red y era el responsable de la muerte de… Carol Stroumb. ¿Y sabes quién era? Bueno, ya lo sabes… Pero eso es mentira, ¡yo no pude haberla matado!
Berin interrumpe mi narración:
—¿Y sabes cómo se enteraron de que podías interceptar transmisiones en la Red?
—Supongo que me localizaron justo en el instante en que descubrí que podía acceder a la mente de quien quisiera… —le respondo, sin mucha seguridad—: Seguramente estaban escaneando la Red en ese momento.
—¿Y por qué crees que querrían inculparte?
—¡No lo sé, Berin, no lo sé! A lo mejor sí la maté después de todo… tal vez hago cosas de las que ni yo mismo tengo consciencia, cosas sobre las que no tengo ningún control.
—Bueno, sigue contándome, ya veremos eso después —me responde con tono tranquilizador.
—Salí del edificio junto al agente Dieher y comenzamos a bajar por la escalinata. Te imaginarás lo nervioso que estaba ¿eh? —Berin asiente con expresión comprensiva— Yo, desde que me enteré que estaba siendo acusado por un crimen que no cometí… ¡por los dioses, matar yo a Carol, la amaba…! Bueno, sigo: desde que me enteré de eso, comprendí que el Gobierno me estaba inculpando. Estaba aterrado…
—Entonces hiciste lo único que podías hacer —dice Berin, completando la idea.
—¡Ah, Berin, eres un genio! Me comprendes… El pánico se apoderó de mí, y actué impulsivamente (aunque a estas alturas sé que hice lo correcto, porque de lo contrario estaría muerto). Le arrebaté el arma al agente con un movimiento de película de acción, y le di un culatazo en la nuca que no lo dejó inconsciente, pero sí fuera de combate. Me mandé a correr, pistola en mano. Escalinata abajo, en la acera, había dos agentes frente a un auto negro. Sacaron sus armas y me gritaron que soltara la que llevaba en mano. ¡Qué rayos! El terror podía más que todo. Les disparé cuatro o cinco veces sin darle a ninguno. Se pusieron a cubierta detrás de su auto y yo seguí corriendo a toda velocidad.
»Salté a la calle, me paré en medio del tráfico. Un auto se detuvo frente a mí, le apunté al conductor, un pobre viejito, y le dije que desactivara el piloto automático y el sistema antirrobo. Arranqué y huí a toda velocidad. Después hubo una persecución automovilística y un accidente con un camión de combustible que hizo papa a mis perseguidores, provocó un caos total en la autopista y permitió que pudiera escapar hacia aquí, la ciudad de Strovie.
Berin me ha escuchado con paciencia, ¿qué me dirá ahora?
—Supongo que ellos creen que eres MUY peligroso… ¡Pero son demasiado drásticos! Burócratas al fin… todo lo resuelven formateando el sistema.
Yo no puedo evitar reírme, a pesar de que mi estado de ánimo por el piso. Él continúa:
—Supongo que puedo programar un firewall para ti, como el que estoy utilizando…
Entonces se me escapa:
—¡Ah, por eso es que no puedo acced…! —me callo de pronto, pero él solo sonríe.
—¿Crees que iba a venir a verte sin un escudo vikingo? ¡Rayos, si me has contactado estando yo oculto en la Red! Imaginé que podías acceder al implante neuroemisor de cualquier persona que quisieras. Pero… —se me acerca aún más y me dice—: Esa habilidad… Digamos que puedes sacarle buen provecho.
—Lo he pensado —le respondo sin ninguna sorpresa. ¡Este tipo! Es obvio que no puedo esperar una ayuda desinteresada de su parte. Añado, sin remedio—: Dime qué es lo que necesitas…
Él, adivinando el trato implícito, me dice:
—Los códigos de acceso a la cuenta bancaria de Bjar Stonn…
—¿El actor de porno…?
—Sí, ese mismo… ¿Trato hecho?
—Solo hay trato si me aseguras que tu firewall va a funcionar… no quiero ni UN acceso —le aclaro.
—¡Qué pasa! ¿No confías en el talento de Berin Swark?

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