martes, 28 de abril de 2015

Un relato es mucho más que solo palabras

He pensado con frecuencia en qué cosa es un relato. Un relato no es solo un texto puesto que, antes de haber sido escrito, ya existía en la mente del autor. Quizás no tan completo, acaso no igual. Pero el embrión ya estaba ahí en forma de ideas. Luego ese embrión se materializó como texto. Letras que construyen palabras; palabras que hacen frases; frases, oraciones; oraciones, párrafos... Pero no importa si la historia devino al mundo material en forma escrita u oral, porque aún en este último caso, ya cumplió su misión primaria: llegar a los ojos u oídos de otra persona y así trascender más allá de la mente del autor. Sin embargo, el texto de por sí todavía no es un relato. Cada relato se manifiesta como un texto escrito o palabras al aire, pero cada persona lo interpreta de una manera diferente. Cada cual, al leer, construye en su propia mente un relato distinto. Cada lector crea sus propias imágenes a partir de una misma descripción, y ve y siente la narración de una manera particular. Así, podrá haber un solo texto, pero tantas historias como lectores accedan a él. El escritor habrá creado, por tanto, muchos, muchos relatos. Su texto es una batería que almacena infinito potencial creativo. Y en cada relectura, es como si el relato cambiara, mejorara, se hiciera más claro. Por último, si el texto hace reflexionar al lector y preguntarse cosas como ¿qué pasaría si…?, o aún mejor, si el cuento inspirase nuevos relatos, inventos científicos, teorías, formas de pensar y de actuar, ideas políticas o sociales, películas, series, obras de arte… entonces el narrador sería, verdaderamente, el demiurgo de un multiverso infinito.

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